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DEL BARROCO A LA ACTUALIDAD, HOY FRANCISCO BUIZA FERNÁNDEZ (1922-1983)

Sin dar lugar a vacilaciones, Buiza fue el experto más hábil en la creación, readaptación y hasta manipulación a sus gustos personales y al de la inmensa mayoría de la comitencia cofrade, de los estilos seiscentistas. En concreto, de los rasgos más epidérmicos y superficiales de la obra de Juan Martínez Montañés, plasmados en el estudio del juego de plegados de algunos sudarios como el del Cristo de la Clemencia. Pero sobre todo, tendrá presente al Juan de Mesa y Velasco que, emancipado de su maestro, acentúa y profundiza en la vida interior que respiran las cabezas de sus esculturas, amén del perfeccionismo somático y la sobriedad de planos volumétricos, propias de obras como el San Juan Evangelista de la Hermandad del Gran Poder y, sobre todo, el Cristo del Amor, de la Colegiata del Divino Salvador; de hecho la auténtica obsesión de Francisco Buiza al elegirlo como su unívoco modelo.

A través de su catálogo puede deducirse que Francisco Berlanga supo sacar partido como ningún otro de los cultivadores recientes de la escultura procesional, de la exageración de ciertos rasgos estilísticos reservados por Juan de Mesa para los tipos iconográficos, tanto hagiográficos como pasionales; esto es, exoftalmia ocular o abombamiento de las cuencas orbitales y la profusión de rizos, guedejas y tirabuzones en cabelleras provistas de gran riqueza de claroscuro, además de una astuta enfatización de la anatomía, como reclamo de habilidad técnica.

Sus Dolorosas registran influjos aún más heterogéneos, al adoptar esbozos estilísticos tanto coetáneos como del pasado. En su juventud, la huella del maestro Sebastián Santos Rojas aflora en obras como la Virgen de la Caridad (1947-1948) de la Cofradía malagueña del Cristo del Amor, al conjuntar la frontalidad y los tipos maduros tan gratos a aquel, con rasgos menos idealizados e identificados con su propio gusto. En casos muy puntuales alcanza a verificar un seguimiento del lenguaje del artista decimonónico Juan de Astorga como sucede con la Virgen de las Lágrimas (1958) de la Cofradía gaditana de la Piedad. Aparte de sus Dolorosas malagueñas, el modelo de la Esperanza Macarena reaparece en la Virgen de los Dolores (1978) de la Hermandad del Descendimiento de Cádiz.

No obstante, los baremos de belleza femenina más imaginados por la mente de Francisco Buiza, se concentrarán en la hermosísima Virgen de la Trinidad (1967) de la Hermandad de Medinaceli de Cádiz, una talla cuyo precedente formal más cercano se halla en la Virgen de las Aguas (1772) de la Cofradía hispalense del Museo, labrada por el escultor academicista Cristóbal Ramos en el siglo XVIII. Las mejillas de exquisita tersura, las complacencias curvilíneas que adoptan los perfiles del óvalo facial, párpados y mentón elevados hacia el cielo, hacen aún más lamentable la pérdida de esta escultura para el patrimonio artístico malacitano, al haber sido hipotéticamente ofrecida por el artista para convertirse en la nueva titular de la Hermandad de Jesús de la Sentencia, según acreditan fuentes solventes contemporáneas a un acontecimiento, cuya confirmación debe quedar en suspenso, en tanto la documentación no aporte la última palabra sobre el particular.

La ejecución de algunas piezas tan forzadas repulsivas y poco estudiadas como los Cristos de la Coronación de Espinas (1978) de Córdoba y el Cristo Resucitado (1973) y Jesús atado a la Columna (1974) para sendas Cofradías hispalenses podrían considerarse a raíz de su tremendismo adocenado, torpeza compositiva y extremismos somáticos, como secuelas del accidente de moto sufrido por el artista en 1962, que alteró su sociabilidad y carácter. Murió en 1983 dejando sin policromar el Stmo. Cristo de la Humildad (Ecce-Homo) de Málaga.

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