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¿Conoces la Hermandad del Silencio de Carmona?

El 6 de junio de 1607, diez años después de la aprobación de las reglas dictadas por el ilustre escritor Mateo Alemán, se realizaba el contrato entre la Hermandad de Nuestro Padre Jesús nazareno y el escultor Francisco de Ocampo para la ejecución de una talla que sirviera de imagen titular de la corporación. La Primitiva Hermandad de los Nazarenos de Sevilla aprobó sus reglas en 1578, siendo Mateo Alemán hermano mayor; veinte años años mas tarde, y a imagen y semejanza de las del Nazareno sevillano, el mismo escritor redactó las primeras reglas de Nuestro Padre, transformándose en filial de la corporación hispalense. El escrito consta de dos reglas independientes; una de carácter general y otra de presos, formando un total de cuarenta y cinco capítulos, si bien varía en su número de paginas dependiendo de las distintas copias que de ella se conservan. El nuevo Nazareno fue bien acogido desde el mismo momento de su creación. A finales del siglo XVII, los hermanos introdujeron un Cirineo, atribuido a José Felipe Duque Cornejo, que provocó el cambio de posición de la cruz y, en consecuencia, una leve alteración en la postura de las manos.


Apenas en otros cien años, la corporación venera a dos nuevas imágenes marianas, centra su quehacer en un cortejo procesional mucho mas vistoso y simbólico, e incrementa notablemente. El dieciséis de abril de mil seiscientos noventa y seis llegan a Carmona las manos y rostro de la dolorosa que la corporación había encargado a José Felipe Duque Cornejo y Francisca Roldán, su mujer, encarna. El tallista local Juan del Castillo la ensambla, coloca candelero, miriñaque, apósitos -lágrimas y pestañas- y presenta a la institución u patrimonio. Como muestra fehaciente, la propia procesión del Viernes Santo ve aumentar el cortejo persiguiendo un sentido catequético para el espectador.

Durante tres horas de recorrido de la estación de penitencia se suceden diversos episodios del Camino del Calvario por las calles de Carmona. Escenifican la escolta de la guardia de Cristo quien cae tres veces y es socorrido por Simón de Cirene; se encuentra con las Marías y Verónica le enjuaga el rostro; san Juan corre a María para contarle lo sucedido; y, finalmente, madre e hijo se encuentran al fin del camino.

La metamorfosis que sufre el conjunto de Nuestro Padre es el tercer y definitivo elemento de transición. a la imagen del nazareno se le une un Simón de Cirene de rasgos naturalistas que altera el sentido iconológico del misterio representado. Nuestro Padre carga ahora una cruz plana de plata y carey ayudado por el Cirineo pasando de la segunda a la quinta estación del vía crucis. Crean así un conjunto de honda raíz barroca que presenta a Cristo sufriente y cargando con los pecados del hombre, “coge tu cruz y sígueme”.

El cortejo alude al estadio final, muerte de Cristo, y por tanto lo representado se entiende como un entierro. Cristo portado en una “urna” está escoltado por sus allegados y María que ejerce de madre, reina y sacerdote.
El muñidor abre la cofradía tañendo las campanas de plata y, a su lado, cuatro nazarenos hacen sonar las bocinas con los lastimeros ecos que recuerdan las trompetas del Juicio Final. El estandarte de la corporación y veinticuatro Nazarenos anteceden a la parihuela de la Verónica vestida de luto con el paño con los tres rostros de Cristo (Vero icono). Tras ella, el demonio y la muerte atados por los pies se mofan de los niños que presencian el cortejo. Cristo ha muerto y ellos dominan el mundo por tres días. Finalmente, la urna de Nuestro Padre acompañada por Simón de Cirene.


La proclamación de la II República en abril de 1931 hizo que algunos hermanos mayores y cofrades hispalenses formaran una comisión que dio lugar a la Federación de Hermandades, Cofradías y Asociaciones Pías de la Diócesis de Sevilla, por cuya influencia dejó de salir de repente la hermandad de Nuestro Padre, celebrando a partir de entonces triduo cuaresmal y función en la fiesta de la Cruz con la mayor solemnidad posible, incluso imprimió las convocatorias y hasta estampas con fotografías del Nazareno y con el altar de cultos de levantó en 1932 y 1934.

Las cofradías salieron de nuevo a la calle a partir de golpe de estado del general Franco, incluso durante la guerra civil y, como en la década de los veinte, las subvencionó y las presidió con asiduidad el ayuntamiento. Nuestro Padre fue la única que salió en 1937, en 1938 no salió ninguna y en 1939 lo hicieron la Expiración y la Quinta Angustia, además de Nuestro Padre.

La normalización de la salida y la renovación de enseres, en general, y de pasos, en particular, fueron los objetivos de las hermandades durante el periodo de la autarquía y, así, en la década de los cuarenta, fue sustituido nuestro paso de misterio.

El desarrollismo de la década de los sesenta trajo a Carmona, por el contrario, la emigración en busca de trabajo, con la consiguiente merma de población, disminuyendo, lógicamente, los cofrades. En el ínterin, la renovación del concilio Vaticano II llegó tímidamente a la Semana Santa con las Ordenanzas del Cardenal Bueno Monreal de 1967, especialmente preocupadas por la música, el acompañamiento y la disciplina en las procesiones, haciendo hincapié en la piedad de los participantes. Este giro en la iglesia descolocó a los viejos cofrades y las hermandades decayeron. Pasando a ser Nuestro Padre cofradía de silencio.

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