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¿Conoces la Hermandad de la Sangre de Écija?

El día 29 de enero de 1567, el escultor sevillano Gaspar del Águila suscribía un contrato con Alonso de Orejuela, vecino de Écija, para tallar un crucifijo con destino al convento de San Agustín de dicha ciudad. Comenzaba así la andadura de esta hermandad ecijana que, en el preámbulo de su Regla se autodenomina «hermandad del Sanctísimo Crucifijo y Sangre de Nuestro Señor Iesuchristo». La sangre de Cristo es continuamente invocada a lo largo de todo el documento normativo, aludiendo a las siete veces en que fue derramada por el Hijo de Dios para la redención de los pecados. Desde su fundación en 1564, la hermandad continuó establecida en la iglesia del convento de San Agustín, en la que poseía su propia capilla.

Durante el primer tercio del siglo XIX la hermandad del Cristo de la Sangre sufrió las consecuencias de los acontecimientos políticos que acarrearon el cierre en varias ocasiones del convento de San Agustín, primeras desamortizaciones e invasión francesa.

A partir de 1835, tras la definitiva exclaustración de los religiosos, el convento fue vendido a particulares y demolido en su totalidad. Únicamente se conservaron la iglesia y sacristía anexa, bajo jurisdicción ordinaria, al servicio y cuidado de la hermandad del Cristo de la Sangre.

Ntra. Sra. de los Dolores: A partir de 1858 nuestra hermandad inaugura una nueva etapa de su historia, con sede canónica en la parroquia mayor de Santa Cruz, que se prolonga hasta nuestros días, en la que no ha dejado de acrecentarse el culto y el fervor hacia nuestros sagrados Titulares. Es durante ésta centuria cuando aparecen los primeros testimonios de la especial devoción del barrio gitano de Écija hacia el Cristo de la Sangre, especialmen­te en su desfile procesional por las calles Zamorano y Cruz Verde (actual Avenida de los Emigrantes).

La imagen del Santísimo Cristo de la Sangre (Gaspar del Águila, 1567), nace bajo la premisa de los hermanos agustinos de que fuera inspirado en la que fue la mayor devoción histórica de la ciudad de Sevilla, como fue el Santo Crucifijo de San Agustín. El Santísimo Cristo de la sangre cuenta con un exquisito y naturalista canon de semblanzas renacentistas. Este gira su torso de una forma sutil hacia su derecha, con una caída de la cabeza hacia abajo y mismo lado. La imagen incorpora una corona de espinas en forma de “ochos” engarzados (habitual en la época). El sudario formado por una pieza de tela única que forma el paño de pureza, se anuda a sí mismo en la cadera derecha sin dejar moña.

En el año 1853 se incorpora la imagen de María Santísima en la advocación de los Dolores, cuyo autor fue el cordobés Antonio Poz. Imagen de estilo barroco, de carácter “ecijano”, la cual para su paso de salida, carecía de palio portando ráfaga de plata en lugar de corona y portándose a hombro. Con el paso del tiempo ha terminado adquiriendo el estilo sevillano, procesionando a día de hoy bajo palio y portada a costal. La orfebrería del paso de palio es obra de Villareal. Los bordados sobre terciopelo granate en el palio y morado en el manto están enriquecidos con bordados del siglo XVIII. En el frontal imagen de San Agustín en plata de ley donado por la cuadrilla de hermanos costaleros.




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